miércoles, 3 de agosto de 2011

“Pero el amor, esa palabra…”


Con motivo de que al fin tengo vacaciones y de que acabo de leer un libro, necesito organizar mis ideas e intentar llegar a una conclusión a pesar de que estoy casi segura de que no hay dado el tema que escogí. He estado releyendo mis posts, releyendo algunos libros, observando y escuchando a otras personas y de repente descubrí que mi forma de ver al mundo ha cambiado un poco.

Ahora si pienso que es necesario desprendernos de nuestras historias (con minúscula) para empezar nuevas (ahora empiezo a entender a Nietzsche). Cerrar ciclos para empezar otros. Como ya había dicho en mi primer blog, a veces amar no es más que una conducta aprendida, algo que ya tenemos por default en nuestra mente, pensamos incluso que en algún lugar del mundo hay una persona especial esperando para cada uno, “la otra mitad”, que desamor se cura con amor, apoyado en el verso popular de que “un clavo saca otro clavo”...
Recientemente releí un párrafo en Rayuela de Cortázar (mi escritor favorito) que me dejó pensando, dice: “lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al vesre” (1963:386). Pensar que en algún lugar está tu mitad aguardando por tí  crea expectativas o estereotipos que difícilmente algún ser humano puede cumplir. Personalmente creo que amar es una decisión, que todos somos capaces de amar a cualquier persona, y que esperar que otros actúen o que nos amen de misma manera que nosotros lo hacemos, es el peor error.
Aquel verso mencionado antes lo escuché de la boca de dos jovencitas, que se contaban su última historia de desamor, en una parada de autobus (el verso, no la historia). Después de mucho pensarlo aprovechando mi último viaje a la Amazonía,  llegué a una conclusión: no es cierto, ya que para amar nuevamente, debes concluir/desprenderte de la historia anterior y amar como si fuera la primera vez. Debes dejar de lado tu rencor, sufrimiento, heridas, qué se yo, todo lo que arrastras en tu pasado y que de alguna manera es un limitante (ahora si entiendo a Nietzsche). Que el amor es como una planta que necesita atención y cuidado para crecer, me parece un poco romántico, pero vago. Llegará un momento en el que la planta deja de crecer y se mantiene constante, entonces lo único que hacemos es evitar que se seque. Posiblemente sea esta la razón de tanta infelicidad, creer que se llegó al fin de la curva donde todo es constante, hacer consuetudinaria la vida, (tal vez por miedo a estar solo/a). Cierto profesor de cierta clase que nos introdujo a escribir blogs, dijo que el secreto para nunca aburrirte de una persona es nunca dejar de conocerse, ya que si conoces absolutamente todo de alguien, te parece aburrido y quieres conocer gente nueva.
En fin, encontrarle una definición y un manual al amor, es una pérdida de tiempo. Creer que el chico de tus sueños te espera en algún lugar, sería algo así como lo dijo Cortázar, “me di cuenta en seguida de que para verte como yo quería era necesario empezar por cerrar los ojos”. Creo que no hay un límite para amar. Pero si creo en los amores fugaces. Punto.
 

viernes, 18 de marzo de 2011

Metamorphosis

Y seguía ahí. En la misma esquina, arrimado en el mismo poste de luz. No estaba seguro de cuanto tiempo había pasado desde la última persona que puso sus ojos en él. Cada vez que alguna persona pasaba por ahí él trataba de llamar su atención, pero la gente... la gente siempre está apurada, con su mirada en el suelo, triste. Salvo una que otra persona que camina feliz, talvés por que su vida tiene sentido; aún así, él sigue ahí, en silencio.

Que cómo llegó ahí? Bueno, eso es difícil de precisar. No se puede describir con certeza la vida de un paraguas. Hay paraguas con encajes para el sol, los hay de colores, de un color, con ojos y/u orejas. Grandes, pequeños, medianos.
Todos tienen una razón en común: proteger. Ya sea del sol, o de la lluvia.

Tomando su mano, que baja desde ese bracito largo, lo llevas contigo. Y juntos viajan, viven aventuras, él se moja por ti, tú lo cuidas, lo llevas siempre contigo, siempre de la mano... es incondicional. Lastimosamente, llega un momento en el que, cansado de tanta aventura, es un paraguas anciano y tiene que dejarte ir, él ya no puede ayudarte mas, ahora es él el que necesita de tu ayuda, para mantenerse en pie, para parecer un paraguas, para ayudarse a abrir su brazo y cuidarte, pero tu no puedes hacerlo, y buscas uno nuevo. Entonces deja de ser un paraguas para ser un par de alambres inservibles.

Pero él no. Su historia no es así. A él  lo abandonaron en una esquina, arrimado en un poste de luz, cuando la aventura recién empezaba... ¿Porqué? Porque está mal. No cumple su misión. No sirve.

Sus ojos se clavan en él. Se acerca... lo levanta y lo lleva con el, es un paraguas otra vez.
Mientras camina, con sus tres hijos, su esposa y un solo paraguas en una lluviosa tarde en la capital, lo examina... Parece que no está mal, dice, mientras trata de arreglarlo para llevárselo. Pero mas adelante se rinde, lo abandona, en la misma esquina, en otro poste de luz.

  Y él, convertido una vez mas en un par de alambres inservibles, pone aquella mirada esperanzada, silenciosa, que a gritos le pide al siguiente transeúnte que pase por allí, que no se fije en su condición y que lo lleve con el, a vivir aventuras.

Breves reflexiones antes de darle otra vuelta al sol

Querida yo a los 28 / en dos horas:     Después de la pausa hay que seguir. La vida sigue pasando porque ni el tiempo ni la edad perdonan....